El sistema inmunológico de una persona sana produce proteínas llamadas anticuerpos para proteger al organismo frente a virus, bacterias y otras substancias extrañas. Estas substancias extrañas se denominan antígenos. En una enfermedad autoimmune como es el Lupus, el sistema inmunológico pierde su capacidad para diferenciar entre las partículas extrañas (antígenos) y las que pertenecen a las suyas propias del organismo sano, células o tejidos. A este problema se le conoce como pérdida de tolerancia, haciendo que el sistema inmunológico, frente a esta circunstancia, produzca anticuerpos en contra de «sí mismo». Los anticuerpos más frecuentes son el Antinuclear y el más específico el anti-DNA. A estos anticuerpos se les llama «autoanticuerpos», los cuales reaccionan con antígenos propios para formar complejos inmunes. Estos complejos inmunes se producen y circulan por el torrente sanguíneo y pueden producir inflamación. Por este motivo, el Lupus es una enfermedad autoinmune e inflamatoria crónica que puede afectar a cualquier parte del cuerpo, especialmente la piel, articulaciones, sangre, riñones o cerebro. Para la mayoría de pacientes el Lupus es una enfermedad benigna que afecta sólo a unos cuantos órganos. En otros pacientes el Lupus puede causar daños importantes y puede producir problemas que pongan en peligro su vida. Por eso cada Lupus es diferente, no es hereditario y no se contagia.
No se conoce muy bien la cantidad actual de enfermos diagnosticados o los nuevos casos de Lupus que se presentan cada año. Pero si tenemos datos aproximados de los afectados en Catalunya, que se aproximan ya a los 6.000 y se suman a los 39.000 afectados del resto de España. En Norte América, cada año se presentan más de 16.000 nuevos casos de Lupus entre sus habitantes y se estima que allí existen más de 1.000.000 de casos diagnosticados. Así mismo la prevalencia o frecuencia del sexo femenino frente al masculino es siempre de 9 a 1.
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